jueves, 10 de noviembre de 2011

MAREANDO LA PERDIZ

Estoy repasando los últimos números de la revista  Balance de la Dependencia, que edita el Grupo Senda bajo la profesional dirección de Matilde Pelegrí.  Desde que Negocios y Gestión Residencial (de Planeta) desapareció a principios de año, esta revista se ha convertido en un punto de lectura obligada dentro del sector de atención a los dependientes.
Llevo un rato leyendo el número de Septiembre de 2011 y, cuando sólo voy por la página 12, me han entrado unas ganas locas de escribir.  Me hace gracia que, tan cerca de las elecciones como estamos, y siendo una de las pocas cosas en que casi todos los lectores de esa revista estaremos de acuerdo que la aplicación de la Ley de Dependencia ha traído más desilusión que éxito, resulta que los políticos que escriben desde su torre de marfil ajenos al parecer a la tormenta que sobre todos está descargando.
Nada más empezar la lectura (pág. 5) me encuentro con una columna de la Directora General del Imserso en la que, por enésima vez explica la Ley (como si lo hubiese escrito en 2008) y sus grandes ventajas.  Unas setecientas palabras: ni una mención a las dificultades; la última frase:“estamos contribuyendo a la generación de empleo y bienestar para toda la sociedad”.
Al lado, una columna de opinión del Consejero de Salud y Servicios Sociales de la Rioja.  Otro que parece encantado de haberse conocido. “La Rioja cumple con las personas dependientes”. A la autopregunta sobre si el sistema es sostenible, su respuesta “Estoy convencido de que sí, el sistema creado tiene futuro y no solamente un futuro inmediato, si no como país y como sociedad que vive en libertad y en solidaridad”.  Al final algo de reflexión sobre volver a recuperar el valor del esfuerzo y un final para  la reflexión “Este sistema es viable, pero no derrochador”.
Pasando una sola página llego a un tema interesantísimo.  La coordinación sociosanitaria.  El último juguete de nuestros gobernantes. Algo, tan, tan importante para el sistema de la dependencia que en la Ley sólo aparece una vez y de pasada: Concretamente en el artículo 11.1 c, cuando establece las funciones que tienen las Comunidades Autónomas en el Sistema de la Dependencia dice que éstas pueden Establecer los procedimientos de coordinación sociosanitaria, creando, en su caso, los órganos de coordinación que procedan para garantizar una efectiva atención.

Ahora nos anuncian cosas interesantísimas.  La Ministra Pajín anuncia que en seis meses (sí, ya sé que las elecciones son en siete semanas) se habrá acordado una Estrategia Nacional de Coordinación Sociosanitaria.  Para ello se contará con un Libro Blanco de la Coordinación Sociosanitaria.  Si a estas alturas alguien no sabe de qué estamos hablando, tranquilos, nos lo explica la Directora General del Imserso: “La coordinación sociosanitaria debe ser un proceso de normalización entre los servicios y recursos existentes. Para ello, las políticas públicas deben ser transversales para afrontar el reto de la coordinación entre el Sistema de Salud y el Sistema de Servicios Sociales”. ¿Queda claro?

A mí me parece que, si con una Ley que habla en muchos artículos de establecer un sistema de atención a la dependencia no han sido capaces de triunfar.  Con la tímida mención a la coordinación sociosanitaria el fracaso es seguro.  Quizás sería mejor cumplir en este caso la Ley y dejar esa coordinación en manos de las comunidades, a ver qué hace cada una.  Si se opta por esta vía, el intento de detectar y difundir buenas prácticas en varios ámbitos de la atención a personas dependientes por parte del Imserso sí merece la alabanza y el reconocimiento.

La forma en que nos hablan estos políticos me recuerda un cuadro que he visto varias veces en internet que está dividido entres columnas y que permite, leyendo sucesivamente un fragmento de cada una, encadenar un discurso aparentemente juicioso pero totalmente falto de contenido.

Sigo leyendo y me llega como un soplo de aire fresco la entrevista a Cinta Pascual, nueva presidenta de la patronal catalana ACRA.   Sólo cinco frases para dar una idea “La principal problemática de la Ley de Dependencia es que está mal presupuestada desde su concepción”; “(La política de concertación en Cataluña) en estos momentos está en la UCI, mejor dicho, en proceso de congelación”; “Estamos subsistiendo con economía de guerrilla”; sobre la existencia de plazas libres en residencias “Lo primero que se debe hacer es no crear nuevas plazas de residencia y en caso de necesidad de plazas en el sector público, concertar primero”; sobre la coordinación sociosanitaria “El problema principal es que no se hace nada para conseguirla.  Parece que no es la prioridad de ningún gobierno”.

Por desgracia no tengo más tiempo para leer o escribir así que aquí lo dejo con una pequeña reflexión.  Parece que nuestros queridos gobernantes están abonados a las palabras bonitas y a marear la perdiz mientras son los que viven la realidad los que hablan con palabras no tan bonitas pero cargadas de razón.

Autor del post Josep de Martí

2 comentarios:

  1. Muy bien explicado, como siempre. Lo que no me cuadra mucho es la metáfora de marear la perdiz para explicar lo que está pasando con nuestros políticos y la ley de dependencia. Marear la perdiz presupondría que quien la marea es consciente de que lo está haciendo; que sabe que está manipulando a la pobre perdiz para llevarla a dónde él quiere. Me temo que la situación con la mayoría de nuestros políticos no es esa. Lo dramático es que muchos de ellos se creen realmente lo que dicen, no piensan que estén contando un cuento fantástico. La situación se parece más a la que se cuenta en el mito de la caverna pero con final infeliz. Los políticos viven en el mundo de las sombras creyendo que sus palabras bonitas reflejan la realidad, cuando lo que están viendo son sólo sombras. La diferencia con el mito original es que en nuestro caso cuando sales de la caverna y te encuentras con el mundo real es mucho peor que el que dejamos dentro.

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  2. Creo que Guillermo tiene razón. La perdiz nos la sirvieron para comer un día. Ahora, ni siquera queda perdiz.

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