El viernes pasado tuve la ocasión de impartir un seminario sobre cómo afrontar inspecciones de servicios sociales en residencias para mayores. Aunque ya había impartido cursos similares en otras comunidades (Madrid, Castilla la Mancha y Cantabria), resultó una experiencia interesante hacerlo en casa ante directores de residencias geriátricas de Catalunya que durante casi diez años trabajé en la inspección de servicios sociales de la Generalitat y, aunque hace casi doce años que dejé de trabajar allí, todavía siento una vinculación íntima con ese servicio.
El seminario estaba a plena ocupación (o sea, había 22 asistentes) y lo curioso es que los 22 se apuntaron casi el mismo día en que lo convocamos, lo cual demuestra algo que se puso de manifiesto en seguida: aunque la mayor parte de residencias no viven la inspección como algo negativo, sí existen algunas para las que les un problema. Y no necesariamente son residencias que lo hagan mal.
Durante la sesión expliqué lo curioso que resulta en Cataluña que un hospitalo un centro Sociosanitario estén mucho menos inspeccionados que una residencia asistida para mayores.
Tanto en el hospital como en el centro Sociosanitario las personas atendidas tienen más necesidad de atención y son, por lo tanto, más susceptibles de abuso, no obstante, la normativa que regula estas actividadesa, las inspeccionesque reciben y el régimen sancionador al que podrían ser sometidos sus titulares y responsables son mucho menos rigurosos. La clave está en la desconfianza que siente la sociedad hacia quiénes hacen de cuidar a personas dependientes una actividad lucrativa ajena al sector sanitario.
Que una residencia de 40 usuarios reciba una inspección que pase diez o doce horas en el centro y que a esta inspección siga un requerimiento de documentación que supone a los responsables del centro unas cuantas horas más de dedicación, no es lo más común pero ha dejado de ser extraño.
Según me comentan los asistentes al seminario, la inspección en sí no es problema. Lo que sí ven cómo tal es la inseguridad que viven cuando no saben si la documentación que utilizan, y que un inspector ha dado cómo buena, seguirá siendo "buena" a los ojos del siguiente inspector.
Este seminario, más que cualquier otro, se convierte en un diálogo al final del cual intento dar unas pautas para intentar sacar lo mejor, o como mínimo sufrir el menor menoscabo. La clave está en dedicar un tiempo (el mayor) a hacer bien las cosas y otro a poder demostrar que hacemos bien las cosas.
Durante la sesión también dedicamos un rato a pensa cómo pidría ser un "protocolo de inspección", un documento necesario sólo para aquéllos a los que les preocupe especialmente.
En el fondo sigo pensando que, si se hiciese una auditoría a la inspección aparecerían algunos problemas (oportunidades de mejora)pero la mayor parte del trabajo de la mayor parte de inspectores saldría muy bien parada. El problema es que, o no se hace la auditoría, o, si se hace, los resultados no se publican.
En fin, pronto tendremos una nueva edición del seminario, esta vez con una dedicación de tiempo a las cocinas y lo que camelos residentes.
Autor del post: Josep de Martí
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