viernes, 27 de enero de 2017

Un problema para algunas residencias concertadas

Algunas residencias de personas mayores concertadas en Cataluña ven que los residentes que, según su situación real se valoraban hasta ahora como Grado III (grandes dependientes), cada vez más son valorados como Grado II, e incluso como Grado I.

A priori eso podría querer decir que las residencias catalanas están trabajando tan bien que consiguen que los residentes bajen su dependencia, algo que con seguridad sucede en algún caso.

Si prefieres verlo en vídeo, aquí tienes una explicación algo más larga y con más datos.

Como la Generalitat calcula lo que pagará a las residencias concertadas el año siguiente de acuerdo con unas valoraciones que  realiza en el año en curso, los gestores de algunos centros concertados saben que en 2017 cobrarán menos por plaza que en 2016. 

El precio concreto es el resultado de un "mix" en el que se consideran los usuarios con Gran Dependencia (Grado III) y Dependencia Severa (Grado II).  La Generalitat decidió hace un tiempo, para no generar más perjuicios, dejar de considerar el Grado I en el mix (algo a agradecer).

Cuando la administración comunica la rebaja a las residencias les explica que  “Somos conscientes de que esto puede haber ocasionado una aminoración respecto al año anterior debido a que el baremo de valoración de la dependencia regulado por normativa estatal, sufrió un endurecimiento respecto a la versión anterior.

Lo que se olvida de decir la Generalitat es que, a pesar de que el baremo ha cambiado para todos, cada comunidad parece aplicarlo “a su manera” y Cataluña resulta ser la más ferviente endurecedora.  Si vemos los datos estadísticos de la Dependencia del mes de Diciembre de 2016, destaca que, cuando se valora la dependencia resulta que el 11,8% del total de valorados, a nivel estatal, resultan ser grandes dependientes.  En Cataluña, el 8,3% o sea una cifra un 30% inferior..  De hecho, Cataluña es el lugar de España donde se valora un porcentaje inferior de grandes dependientes.  En Galicia la cifra alcanza el 17,1% y en Castilla León casi el 15%.

Si miramos el otro lado de la escala, Cataluña es la tercera comunidad que valora más dependencias moderadas.

O sea que, todas las comunidades aplican una misma escala “regulada por normativa estatal” pero a cada una le salen resultados estadísticamente diferentes y, por casualidad Cataluña es a la que le salen más perjudiciales para los dependientes.  Curioso.
 
Es cierto que los datos hay que tomarlos con cautela ya que en la misma tabla aparecen dependientes valorados antes de 2011 y que mantienen grados y niveles. Aún así, tomando los que se corresponden a las últimas valoraciones, la imagen es clara.

Para una residencia que ve menguar sus ingresos y que escucha como quien se los aminora le pone como excusa una norma sobre la que no tiene control pero que aplica de forma intensiva, casi apasionada, la situación resulta frustrante.

Encima esto coincide con un momento económico en el que el Producto Interior Bruto vuelve a crecer y al hacerlo pone en marcha cláusulas del convenio colectivo que conllevan subidas salariales.


La solución al problema no parece demasiado compleja:  la Generalitat podría instruir a los valoradores de forma que apliquen el baremo de una forma similar a como se aplica en otras comunidades autónomas.  Supongo que el problema es que si aparecen más "grandes dependientes" habría que buscar en algún lugar el dinero que ahora no se está pagando.  Quizás es ese el problema principal ¿no?

Residencias en Cataluña

lunes, 23 de enero de 2017

¿Quién nos cuidará cuando haya más viejos que jóvenes?




De vez en cuando escribo en este blog, o reseño noticias, que nos dicen de manera reiterada que la población europea envejece de manera cada vez rápida, no siendo España diferente del resto de países sino más bien uno de los países de cabeza en el pelotón senescente.


Un somero vistazo a las estadísticas del INE hace que veamos cómo se invierte de manera paulatina, pero implacable, la pirámide poblacional en prácticamente todas las provincias, aumentando el número de personas mayores de 65 años y disminuyendo de manera dramática el de nacimientos, con unos índices de natalidad que no cubren las expectativas económicas que permitirían una sostenibilidad del sistema de pensiones y de prestaciones sociales y sanitarias.


En países como Alemania se da ya la circunstancia de crecimiento natural negativo desde 1975, que se compensa año tras año con el aumento de la inmigración con un balance positivo entre quienes entran en el país y los que se van; por el contrario, en España, a la baja natalidad se une un descenso de la inmigración y un aumento de la emigración, que hace que exista un balance negativo haciendo que se marchen más personas que las que vienen.


La no llegada de inmigrantes, que son en su inmensa mayoría jóvenes, la salida de población autóctona, joven también, unidas al aumento de la esperanza de vida, dibujan un futuro de una sociedad con muchos ancianos, pocos niños y una franja de edad entre joven y media que no puede hacerse cargo de los primeros.


Los datos del INE son preocupantes. España, en 2015, ha perdido población, y se prevé una caída sostenida de unas 250 000 personas menos por año. Es decir, el número de habitantes de nuestro país irá descendiendo progresivamente en los próximos años hasta llegar a los poco más de 44 millones en 2023 (un descenso de 2,6 millones de personas ya que nuestro número más elevado fue de 46 667 175). Así, si no lo remedia la inmigración y no mejora la natalidad, en 2017 nacerán menos personas que las que fallezcan.


Tradicionalmente se ha pensado que cuando se llega a la ancianidad los hijos cuidan de los padres, pero en muy poco tiempo la sociedad ha cambiado y muchos parámetros ya no valen, lo que ocasiona desajustes y desconcierto en muchas familias que no saben cómo afrontar el cuidado de sus mayores, cuando aquellos que antes lo hacían, ya no pueden.

No se trata de culpabilizar a nadie ni se pretende, ni mucho menos, volver a la tradicional escena de la mujer que se queda en casa cuidando de sus padres renunciando a todo lo demás. Se trata de analizar qué ocurre cuando en una familia que antes tenía dos o tres hijos, ahora solo tiene uno que, además, debe salir del país por motivos diversos, o cuando la dependencia de la persona mayor se acentúa con los años, que cada vez son más, y no se dispone de medios ni tiempo para cuidarla.


Debería ser una cuestión de debate y reflexión qué ocurrirá en muy pocos años, cuando quienes estamos escribiendo y leyendo estas líneas seamos quienes necesitemos que nos cuiden y la situación no solo no haya mejorado, sino todo lo contrario. No habrá suficientes personas jóvenes no solo para cuidar a las mayores, sino para sostener económicamente el estado de bienestar.


Parece razonable pensar que para revertir esta situación deben implementarse políticas que apoyen a la natalidad, promuevan el empleo de calidad en los jóvenes y contemplen la inmigración como una oportunidad y no una amenaza, y que se gestione con criterios razonables de acogida e integración. Sin embargo, la sensación es que se vive más en el día a día, en el ir solucionando lo que surge en la esperanza de que el año 2023 queda lejos y ya veremos que pasa. Es una grave irresponsabilidad. 


Puede parecer, ciertamente, un planteamiento egoísta del asunto, «como me va a tocar ser viejo, a ver si no va a haber quien me cuide». Lo serio del asunto, es que se trata un futuro muy probable que afectará a la calidad de vida de muchos miles de personas y que tendrá repercusión económica directa en todos los ciudadanos, sean mayores o no. Afectará a los impuestos, a la cuantía de las pensiones, a los servicios que se precisas y para los que no se tendrá personal cualificado… en incluso a la configuración de pueblos y ciudades, acentuando la despoblación de zonas rurales y creando serios problemas de población envejecida sin recursos humanos o materiales que les permitan una vida digna y unos cuidados sociosanitarios adecuados.


No se puede invertir menos y mantener ratios de atención adecuados en las residencias para mayores, no se pueden sustituir todas las tareas por programas de monitorización y cámaras reduzcan la contratación de personal. Las soluciones no son sencillas, no pueden serlo ante un asunto tan complejo, pero lo que es seguro es que no pueden demorarse mucho en el tiempo. Provincias como Teruel, Orense, Burgos, Palencia, Soria, entre otras presentan un panorama que debe empezar a analizarse y al que se le deben empezar a aplicar soluciones imaginativas y rápidas.

Demos una mirada a nuestro entorno, a nuestra familia, a nuestra red de amigos y apoyo… cuando sea una persona anciana, ¿quién de ellos se preocupará de mí?, ¿podrá estar a mi lado?, si no hay nadie, ¿podrá alguien ocuparse de mis necesidades cuando yo no pueda hacerlo por mí mismo?


Tras ese vistazo, es interesante salir de lo personal y trasladarlo a la generalidad, pasar de «qué pasará conmigo» a «qué pasará con nosotros», ver un problema que se presenta cierto para tratar de ser parte de la solución. Reflexionar y debatir el tema en este foro, informarse y crear conciencia, ya forma parte de ella.

sábado, 21 de enero de 2017

Hazme la cuenta y no le digas nada a mi hija

“Vuelvo a mi casa.  Hazme la cuenta y no le digas nada a mi hija”

Sé que soy una persona bastante primaria y a veces incluso un poco bruta pero hace tiempo que sigo los diferentes modelos que van surgiendo bajo la cobertura del nombre “Atención Centrada en la Persona” y sigo pensando que para que cuaje de una forma generalizada hace falta que primero cambiemos nosotros (incluyo a los propios residentes, a sus familiares y a los profesionales).

Ya he organizado dieciséis viajes a países como Suecia, Holanda, Suiza o Austria para conocer cómo funcionan allí las residencias y lo más significativo no es que tengan un modelo de atención diferente sino que lo sea la forma en que ven al mayor.

Mientras en las residencias haya unos cuartos de baño cerrados con llave para uso exclusivo de visitas y empleados (vetados a los residentes); mientras “las cuestiones de dinero” se puedan tratar sólo con la familia y no con el propio residente por miedo a importunarlo; mientras a alguien que toma muchas pastillas le demos “por su bien” un placebo, difícilmente podremos hablar de que ofrecemos una atención centrada en las preferencias y deseos de los residentes.

En algunos cursos que imparto propongo el caso “Doña Teresa se quiere ir a su casa” en el que una mujer mayor con una demencia incipiente se ha perdido un par de veces por la calle y se ha dejado el agua abierta ocasionando humedades a los vecinos.  Doña Teresa  es ingresada en una residencia por parte de su hija, decisión que ella acepta en principio resignada hasta que un día habla con la dirección y pide dos cosas bien claras:

Primera: “Hazme la cuenta y llámame a un taxi que me voy”.
Segunda: “No le digas nada a mi hija”.

Doña Teresa no está incapacitada judicialmente.

¿Qué harías tú?

En la mayor pate de cursos en que he planteado el caso los alumnos me aseguran que llegado el caso harían caso a la señora Teresa en cuanto a la primera petición.  En cuanto a la segunda, hay bastante dispersión de opiniones.  Muchos me dicen que llamarían a la hija ya que lo más seguro es que Doña Teresa no quiera de verdad volver a su casa (ni siquiera sabemos si sigue teniendo una casa) sino que está pidiendo algo más de atención.  Muchos están seguros de que, si Doña Teresa habla con su hija cambiará de atención.  Casi todos saben que, si no llaman a la hija tendrán problemas y que les costará menos contentar a la hija que a la madre.

Mi posición es que la Atención Centrada en la Persona se irá imponiendo a medida que vaya cambiando la forma en la que vemos las cosas los residentes, familiares, profesionales, gerentes y administración.
En dos de los viajes de Inforesidencias.com a hemos visitado “La Casa”, una residencia pensada para personas mayores que tienen el español como lengua materna.

Ya hablé escribí sobre esa residencia en mi blog hace algún tiempo.  En lo que me gustaría centrarme esta vez es en gran un cartel colgado en la pared que, con el título “Nuestras garantías de calidad”,  explica los compromisos que asume la empresa Kavat Vard, en la atención a las personas mayores que allí residen.

A mí me pareció un verdadero check list sobre lo que es la esencia de la Atención Centrada en la Persona, o en otras palabras, de cómo me gustaría que fuese la residencia a la que estaría dispuesto a ir.

Este es sólo un pequeño resumen de los compromisos que adquieren (se puede tocar el enlace para verlos todos). 


Autonomía y privacidad


·      Llamamos a la puerta y esperamos antes de entrar en su vivienda.
·      Participación para un mejor resultado
·      Junto con su persona de contacto, usted realiza cada semana su plan de actividades para la interacción social y las actividades individuales.
·      Nos mantenemos en contacto con sus familiares para informarles e informarnos (si usted lo desea) una vez al mes como mínimo.
·      Usted recibe una carta mensual del director del centro que le informa a usted y a sus familiares sobre las actividades actuales y futuras.
·      Servicio y consideración para una vida digna
·      Ofrecemos dos horas de ayuda práctica en conexión con la mudanza.
·      Le ayudamos con acompañante y compras si no puede solucionarlo de otra forma.
·      Limpiamos su vivienda una vez por semana.
·      Limpiamos el lugar de aseo todos los días.
·      Lavamos la ropa de cama como mínimo cada dos semanas o cuando sea necesario.
·      Le proporcionamos toallas limpias una vez por semana o más seguido si es necesario.

Personal para todas las necesidades


·      Su persona de contacto es quien realiza en primer término las acciones vinculadas con usted.
·      Un suplente determinado reemplaza a su persona de contacto cuando ésta no trabaja.
·      Cada unidad de convivencia tiene su propio personal.
·      Una vida activa y significativa
·      Una vez por semana, elaboramos un plan de actividades junto con usted.
·      Le invitamos personalmente a participar en las actividades que nosotros creemos puedan interesarle.
·      Su persona de contacto reserva tiempo con usted (una hora por semana) para actividades libres e individuales.
·      Ofrecemos salidas al aire libre todos los días a quienes lo desean.
·      Usted mismo elige
·      Con qué frecuencia quiere usted ducharse/lavarse el pelo.
·      Como desea amueblar su vivienda.
·      Cuándo desea levantarse y acostarse.
·      Que quiere para desayunar.
·      Un plato a elegir entre dos en la comida principal.
·      Cómo desea vestirse.
·      Si desea mantener cerrada con llave la puerta de su vivienda.
·      Si desea recibir visitas.

Vale la pena leer todo y sorprenderse de que sólo se cambie, en principio la ropa de cama cada quince días, o que se acepte que una persona no quiera ducharse o lavarse el pelo o que pueda acostarse o levantarse cuando quiera.

Como pasa en casi todos los viajes, la primera respuesta que surge de los profesionales españoles que participan es que eso en casa comportaría muchos problemas y, a veces, que con mucho más dinero y personal quizás se podría hacer.

La clave para que lo puedan hacer así en Suecia (después hablo de dinero) está en las unidades de convivencia de entre 8 y 14  personas que están acompañadas permanentemente por entre 2 y 3 profesionales en horario diurno, ocupando cada una  su “vivienda” (un dormitorio grande con lavabo completo y, casi siempre con cocina americana).

En las residencias suecas el papel de la familia es diferente que en España.  En muchos casos, ya era diferente antes del ingreso.  Por eso, los miedos que manifiestan muchos directores de residencia españoles sobre cómo reaccionará la familia ante caídas, accidentes o decisiones que tome el propio mayor y que no coincidan con las suyas, allí no se entienden.

En “La Casa” nos explicaron que los hijos de residentes “latinos” (principalmente chilenos) son mucho más demandantes que los de residentes Suecos y tienen unas expectativas que me sonaron muy cercanas a las que tenemos en España.

Adelanto una respuesta a una pregunta que suelen hacerme:  esas unidades no son para personas válidas y sin deterioro cognitivo sino que en ellas coinciden en muchos casos personas con una gran dependencia y demencia.  ¿Cómo saben lo que quieren o desean?  Trabajando la historia de vida y preguntando.  Siempre nos comentan que, si una gerocultora tiene asignados a dos o tres residentes y sólo trabaja con nueve, puedes llegar a conocer muy bien lo que les gusta.

Este modelo con personal diferenciado para cada unidad de 9 personas no resulta barato pero es lo más parecido a un hogar.

Esto ya existe.  Lo llevo viendo en Suecia desde que organizamos el primer viaje en 2008.  Sólo nos separa del sistema las barreras mentales que tenemos y los aproximadamente 6.500 Euros al mes que cuesta una plaza en una residencia Sueca.   Quizás con salarios españoles salga por algo menos, pero, barato, lo que se dice barato, no será.


Después de cada viaje llego a la conclusión que nuestro futuro no puede ser copiar el modelo sueco pero que hay cosas que ya están haciendo muchas residencias que van por el buen camino y en las que hay que perseverar.