Para muchas personas que han tomado la decisión de ingresar
a un ser querido que no podía decidir por sí mismo en una residencia geriátrica
o que le han animado a tomar la decisión, el hecho de pensar que quizás no está
recibiendo la mejor atención puede suponer un quebradero de cabeza y una
preocupación constante.
Pero, ¿cómo saber si la atención que se recibe en una
residencia es la adecuada?
Partiendo de la base de que las residencias suelen ofrecer
un servicio de calidad basado en la intervención de un equipo de profesionales,
en aquéllos casos en los que la atención es inadecuada hay docenas de señales de advertencia. He aquí lo
que podrían considerarse señales de alerta de especial gravedad:
1. Cambios bruscos
tanto emocionales como físicos. Sobre todo, observe a su ser querido. Preocúpese, si en poco
tiempo y sin un motivo claro si es menos capaz de funcionar, si ha dejado de
participar en las actividades, o se ha vuelto retraído y poco comunicativo.
Cuando una persona que sufre demencia recibe un trato emocional inadecuado,
como podría ser el ser ignorado o que le hablen mal, la manera de expresarlo
puede ser la agitación o el retraimiento.
Otras muestras pueden ser una pérdida súbita e inexplicable de peso, los
cambios repentinos en el estado de ánimo o en el patrón de sueño.
En ocasiones la aparición de moratones o úlceras por presión
sin un motivo aparente también son señales de atención.
Debemos ir con cuidado, sin embargo: Estas señales son pistas potenciales, no una
prueba, de la mala atención. Algunos de
estos cambios representan la inevitabilidad de la enfermedad subyacente y no la
mala atención. Una persona puede interpretar como paternalismo o
condescendencia una expresión de cariño. Golpear la mesilla noche puede causar
un hematoma alarmante en una persona de edad avanzada que reciba una medicación
anticoagulante.
Por eso la clave está en que se expliquen las cosas
bien. Una buena residencia ofrece
información a sus residentes y, cuando estos no están en condiciones, a sus familiares. Por eso, insistimos, lo que es una señal de
alerta son los cambios “inexplicables e inexplicados”.
2. Cuando la
residencia no responde a nuestras preguntas. "No lo sé, pero lo
averiguaré" es una respuesta aceptable, pero sólo cuando al cabo de un
tiempo obtenemos una información adicional. Si el personal de la residencia es
evasivo con sus preguntas, sencillamente no las responden o se niegan a hablar
sobre el cuidado de su ser querido , esto debe ser una señal de alerta.
Normalmente la residencia tendrá un interlocutor (el
director, el trabajador social, o algún otro profesional) al que deberá dirigirse. Es mejor preguntarle a él o ella ya que si no
podemos confundir una negación a dar información con el “pedir información a la
persona inadecuada”.
En una buena residencia para personas mayores cada residente
tiene un Plan Individual de Atención. Si
la residencia hace a la persona y sus familiares partícipes de este plan, estamos ante una buena señal.
¿Qué tipo de respuesta podemos considerar como inadecuada? "Es lo que hay, aquí se
hace así y punto”.
3. Aspecto caótico,
desorganizado del centro. Una buena
residencia sustituye el hogar de la persona mayor. Por eso, en muchos aspectos debe tener el
orden y el sosiego que ofrecen los hogares.
Si el personal parece constantemente estresado, pasa al lado
de los residentes sin decirle ninguna palabra o se nota que hay “dos bandos”
(residentes y empleados), entonces estamos ante una señal de que algo no va
bien.
Si por el contrario se nota que la gente habla, que las
cuidadoras sonríen y tratan con los residentes y a menudo hay conversaciones o
relaciones de trato entre cuidadores y residentes, podemos estar mucho más
tranquilos.
4. Alta rotación de
personal. Sobre todo cuando los residentes sufren demencia, pero también en
todos los casos, el cambio continuo de cuidador de los cuidadores debe
alertarnos de que algo no va bien.
Imagínese que alguien le tiene que ayudar a ducharse o a ir
al lavabo. ¿Le gustaría que fuesen siempre las mismas personas o tener que ir
permitiendo que nuevos desconocidos fuesen entrando en su vida cada poco
tiempo?.
Un buen indicador de la rotación es comprobar si los
cuidadores conocen a los residentes por su nombre y si se dirigen a ellos
utilizándolo.
A veces, a pesar de los esfuerzos de las residencias para
tercera edad por fidelizar a los empleados se produce rotación. En esos casos, si la residencia es consciente
aplicará protocolos de incorporación de nuevos profesionales que atenuará los
efectos negativos.
Lo mejor para saber si hay mucha rotación es mirar y
preguntar.
5. "No quiero que
ése o aquél cuidador cuide de mí”. Una de las labores más difíciles a la
hora de dirigir una residencia es mantener a un equipo de profesionales
motivados y con ganas de cuidar desde el respeto. Cuidar a personas mayores es un trabajo muy
sacrificado y quienes se dedican a ello corren el riesgo de “quemarse”.
Hay que observar a
nuestro ser querido. Preguntarle,
si tiene capacidad y observar más atentamente si sufre demencia. ¿parece feliz?
¿parece ansioso, temeroso, incómodo?
¿Nos dice que hay algunos cuidadores que no le gustan o que no le tratan
tan bien como otros? No tomemos a la
ligera esas observaciones, en muchas ocasiones la dirección de la residencia agradecerá
que las compartamos con ellos con la intención de mejorar. A veces la persona que no está tratando de
forma correcta sólo necesita un pequeño cambio en su trabajo para volver a
hacerlo bien.
6. Teléfonos sonando
y luces parpadeando sin cesar. Todas
las residencias cuentan con sistemas de aviso para atender correctamente a los
residentes que se encuentren en sus habitaciones o en los cuartos de baño y se
sientan indispuestos.
Si los avisos tardan mucho en contestarse o los teléfonos
suenan y suenan sin ser contestados, debemos intentar informarnos si se trata
de algo puntual o la residencia necesita una mejor organización.
Si nuestro ser querido nos dice que tiene que esperar mucho
tiempo después de haber pulsado el botón de llamada, lo mejor es investigar un poco. Estas quejas en muchas ocasiones las
formulan personas que llaman muchas veces y olvidan haber recibido la
atención. Muchas residencias cuentan con
registros que nos permitirán comprobar.
Además, una buena residencia agradecerá nuestra observación.
7. La deshidratación
y la desnutrición. Aunque en la
mayoría de casos, la deshidratación y la desnutrición pueden venir asociadas a
alguna enfermedad que sufra la persona mayor ingresada en una residencia. Estas pueden ser señales de alarma si no
vienen acompañadas de una explicación por parte de los profesionales.
En algunos casos la desnutrición o deshidratación pueden
deberse a una falta de organización o falta de personal cualificado en el
centro. Es muy fácil ver si los residentes,
sobre todo en verano, van bebiendo agua durante el día y también lo es preguntar cómo se alimentan
los que no pueden comer por sí mismos.
De nuevo, la relación entre residente, residencia y
familiares debe basarse en la confianza, por eso, nunca hay que tener miedo a
preguntar.
8. Las cosas son como
son, y punto. El sector de las residencias para tercera edad (geriátricas,
asistidas, para ancianos, o como cada uno desee llamarlas) ha sufrido una
evolución bárbara en los últimos años.
Tanto la incorporación de indicadores y sistemas de calidad como el
trabajo interdisciplinar o muchos otros elementos permiten ver que todo es
mucho mejor que hace unos años. Pregunte
cuáles son las mejoras que la residencia ha puesto en marcha en los últimos
años. Lo más seguro es que contestarán
hablando de racionalización de contenciones, aplicación de protocolos,
planificación centrada en la persona u otras iniciativas.
9. Un mal
presentimiento. Aunque los
presentimientos no siempre nos llevan a acertar. En muchas ocasiones, los primeros dos minutos
que pasamos en una residencia nos permiten responder a una pregunta ¿me
quedaría yo a vivir aquí si no me pudiese valer por mí mismo? Si la respuesta es “no”, tenemos un problema.
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