Recuerdo un día, debía estudiar tercero de BUP, cuando un profesor nos quiso explicar qué era la Comunidad de Madrid y nos dijo, "Levantad la mano los que hayáis nacido en la provincia de Madrid". Muchas manos, no la mía. "Mantened la mano aquéllos cuyo padre y madre también hayan nacido en Madrid". Muchas menos manos. "Seguid con la mano alzada los que tengan a sus cuatro abuelos de esta provincia". Dos. "¿Veis? Eso es la Comunidad de Madrid". Quizás si hubiese seguido con la explicación no se me hubiese quedado en la cabeza, pero lo dejó así, y sigue pareciéndome algo interesante en lo que pensar.
Como resulta difícil encontrar "madrileños de pura cepa" también lo es saber cómo son de verdad. Pero eso no supone problema ya que el imaginario popular ha creado un estereotipo: "el castizo" y tendemos a aplicarlo a los madrileños aunque, en realidad no resulta fácil encontrarse con alguien que reúna verdaderamente el perfil.
El 28 de noviembre, asistí a la Jornada de Reflexión sobre el sector de la Dependencia de la Comunidad de Madrid, organizada por AMADE. Dejando a un lado las cuestiones técnicas de las que empecé a escribir hace unos días. Me llamó poderosamente la atención la figura de la Directora General de Coordinación de la Dependencia de la Comunidad de Madrid, Carmen Balfagón Lloreda (segundo apellido catalán, por cierto), quien tras presentarse como hincha del Atlético de Madrid, nos hizo la siguiente reflexión sobre lo que, para ella es la calidad en residencias, basándose en su experiencia durante el tiempo en el que fue directora General en Castilla la Mancha. Hacía tiempo que no escuchaba a nadie hablando desde una tribuna en términos tan coloquiales y castizos. La cosa mejora mucho si se escucha:
Os lo cuento. La
calidad.
Yo, como estaba allí,
desplazá como los ferroviarios, me había cogido un piso alquilado porque
estaba sola, y por las tardes decía “Amo a ver una residencia de esas que tenemos”. Yo llegaba, al
principio se extendió la voz “esta mujer suele ir..”. Y a mí, que me gusta la gente mayor y que,
además, soy muy besucona, les daba besos:
“¡Hermosa!”
“ ¿Y tú quién eres?”
“ Pues una que ha venido de Toledo a verte”
Y me daba una satisfacción besar a la gente y ver que estaban
limpios.. A mí que me expliquen cómo
vas a valorar la limpieza de una persona si no la das un beso. Pues habrá otros
mecanismos, pero yo no los conozco.
“Y ahora, vamos a la cocina”
Y yo que cogía una pera, ¡y se podía comer!
Vamos a ver. En mi
pobre estructura mental, yo sabía que esa residencia era buena: comía una fruta
que no era una madera. Las personas
mayores estaban limpias, aseadas y encima te recibían con una sonrisa.
A mí me podían contar ratios, me podían contar lo que
quisieran, pero yo, la impresión que me llevaba, y lo mío no era una inspección
sino una visita, es que era buena.
Y yo ahora a José Ramón (se refiere al Director General de
Atención al Mayor de la Comunidad de Madrid, José Ramón Menéndez Aquino) le
amenazo y le digo:
“Que voy a empezar a ir a las residencias”
“¡No! Que eso es mío”
“Perdona, el dependiente
es mío. Voy a ir a verle y a
darle dos besos. Estoy en todo mi derecho”.
Podríamos quedarnos en el "besuconeo" o en el "de quién es el dependiente" pero sería engañoso ya que, detrás de esta representación hay algo sustancial. Durante años la valoración de la calidad de la dependencia se ha basado en un examen de la estructura (física y ratios de personal) y de los procesos (protocolos, registros y programas). ¿Se esconde tras el discurso chusco un cambio hacia una valoración de los resultados? ¿Estamos ante el anuncio de algún tipo de desregulación?
No hace mucho, el consejero de Cataluña hablaba de medir la calidad más allá de las ratios y de centrarse en la autonomía personal y no en la dependencia.
Deberemos estar atentos ya que, sea cual sea el idioma o el acento con que se diga, algo está cambiando y del "hacia dónde" y del "cuánto" cambie depende en buena medida el futuro del sector.
ME ENCANTA ASI DE SENCILLO
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