Hoy, 15 de junio se celebra el Día
Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Bueno, no sé si “celebrar” es la palabra más
adecuada para algo que lo que pretende es llamar la atención sobre los malos
tratos que están recibiendo personas ancianas en un porcentaje que, aunque
desconocido con exactitud, resulta preocupante, a lo largo y ancho del mundo.
Estoy seguro de que no es lo mismo hablar
de maltrato a personas mayores en Suecia que en Tanzania y que tampoco lo es
cuando la persona anciana vive con unos familiares en una situación económica
comprometida que cuando lo hace en una residencia geriátrica. Aún así, si por algo la ONU ha decidido
marcar este día en el calendario, seguro que el problema, en diferente
dimensión, existe a nivel planetario.
Llevo impartiendo desde hace unos cuantos
años una formación para empleados de residencias de mayores que, en diferentes
formatos que, según quien lo contrata, puede tener diferentes títulos. A veces se llama “Evitar el maltrato
institucional en residencias”, “prevenir el maltrato…”, “afrontar..” y otras
“Fomentar el buen trato…” y cosas parecidas.
Estas variantes sobre el título, que no
afectan al contenido de la formación, dependen de la empresa o administración
que quiere sensibilizar a sus empleados sobre cómo, a veces, trabajando tal
como todo está preparado podemos estar dando un trato inadecuado.
Aunque me arriesgo a hacerme un
“auto-spoiler” me gustaría compartir en el blog cómo empiezo el curso.
“Imaginemos
que yo soy el director de una residencia en la que tú acabas de ingresar. Eres una persona dependiente. Necesitas ayuda para poder asearte y
levantarte de la cama; tienes pequeños olvidos (nada grave de momento) y miedo
de seguir viviendo sola. Siendo tu
primer día en el centro te recibo en mi despacho y te planteo algo curioso;
ahora mismo tienes que tomar una decisión.
No puedes negarte y necesariamente tendrás que optar por una de las dos
opciones que te planteo:
Recibir
un fuerte puñetazo en el ojo.
Que
sea yo quien decida con quién vas a compartir habitación. Y ya te avanzo que será con una residente que
sufre una demencia avanzada, grita noche y día, y cuando no grita siempre está
revolviendo los cajones y armarios de la habitación.
¿Qué
elegirías tú?”
Casi siempre me pasa lo mismo: primero hay una resistencia a aceptar la
pregunta. Resulta tan ridículo e
increíble que los alumnos se niegan incluso a aceptar la posibilidad de que
algo así pueda suceder. Cuando, superado
el shock inicial, se lo plantean como lo que es (un supuesto teórico para la
reflexión), casi todos se deciden por el puñetazo.
Entonces yo les pregunto:
“Creo
que todos estaremos de acuerdo en que un puñetazo en el ojo es claramente un
maltrato, pero ¿alguien se había planteado que la forma de asignar las
habitaciones podría ser considerado como algo “peor que un puñetazo”?”
A partir de aquí hablo de lo que sucede
en cualquier tipo de institución y seguimos adelante para intentar detectar
algunos aspectos del funcionamiento de la residencia que puede ser un signo de
que hay algo que “podríamos hacer mejor”.
En otro momento del curso planteo a los
asistentes una pregunta que da para reflexionar bastante:
“¿Quién
es la persona que lleva más tiempo trabajando en la residencia?. Tú, muy bien.
¿Recuerdas tu primer día de trabajo aquí?, seguro que sí. Te voy a pedir un esfuerzo: evoca ese día y
piensa una cosa: ¿Hubo algo que te llamó
la atención entonces y que con el tiempo dejó de llamártela?”
He impartido esta formación más de diez
veces en diferentes residencias públicas y privadas y, hasta ahora, siempre he
recibido de los asistentes la misma respuesta:
“Nos has hecho pensar”. Pasado
algún tiempo sé que algunas de las residencias han introducido pequeños cambios
de los que generan grandes resultados o incluso han empezado un proceso más
amplio de reflexión y transformación del proceso de atención en el que les
estoy acompañando.
Soy un convencido de que las residencias
geriátricas en los últimos veinticinco años (el tiempo que ha pasado desde que
empecé a trabajar visitándolas como inspector) han vivido un proceso de mejora
continua.
En los últimos tiempos se está
produciendo una creciente preocupación por centrar la atención en la voluntad,
preferencias y deseos de la persona mayor así como en impregnar de principios
éticos todo el proceso.
Creo que en este día internacional, en la
parte que afecta a las residencias, la reflexión podría ser: “Sabiendo que no maltratamos,
preguntémonos: ¿Puede ser que algo que
hagamos bien pueda ser vivido como un trato inadecuado por parte de los
residentes?”. Esa breve reflexión y los
pequeños cambios que generará puede ser el grano de arena de cada residencia en
un día pensado precisamente para generar conciencia.
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