Intento ver lo que ha pasado en las elecciones de ayer desde una perspectiva geroasistencial para sacar algunas conclusiones que
puedan servir a quienes trabajan en la atención de persones mayores
dependientes.
Me cuesta mucho entender que se haya podido producir un cambio tan brusco sin intentar analizar lo que nos ha llevado hasta aquí.
Yo lo definiría como un baile de
máscaras.
Antes de la Ley de Dependencia cada Comunidad Autónoma tenía su propia
política de atención a mayores que básicamente consistía en ofrecer servicios
(residencia, centro de día, atención domiciliaria) a quienes estuvieran por
debajo de un nivel de ingresos y tuviesen una necesidad de cuidados.
Partiendo de una situación en la que cada
comunidad tenía alguna residencia geriátrica (“de pensionistas”) transferida
del Estado; durante unos cuantos años (finales de los 80 y hasta mediados de
los 90) en casi toda España se fue creando una red de residencias públicas de
las comunidades, construidas y gestionadas por la propia administración. Junto a éstas, algunos ayuntamientos, también
se sumaron a la fiebre constructiva, sumando a algunos centros históricos,
nuevas residencias municipales. Para
acabar el cuadro de “lo público” existían en algunas provincias de España
enormes residencias de las diputaciones y junto a ellas las “de monjas” que
funcionaban por su cuenta o con alguna subvención, y un incipiente sector
privado que se estaba consolidando por
aquél entonces.
Inaugurar residencias públicas es algo
enormemente placentero para un político.
El placer se torna dolor de cabeza cuando, pasados los años resulta que
quien ha sabido inaugurar no ha sido tan bueno gestionando. En casi toda España el coste para las administraciones
de cuidar a un mayor en una residencia pública gestionada por la propia
administración fue creciendo hasta el punto (ahora le cuesta alrededor de unos
4.000 Euros al mes) de hacer imposible desde el punto de vista presupuestario
seguir construyendo/gestionando sus propios centros.
Así que las administraciones empezaron a
externalizar de diferentes formas la gestión de los geriátricos.
Primero subvencionando entidades de
iniciativa social (sin ánimo de lucro), después concertando plazas en
residencias privadas, contratando a empresas u otras entidades para gestionar
residencias construidas por la administración o yendo un paso más allá y dejando
que fueran las empresas las que construyesen las residencias a cambio de un
concierto a largo plazo.
Cuando hablo del “baile de máscaras” me
refiero a que, en este proceso, lo que opinaba cada cual no tenía demasiado que ver el color político del
partido sino con el papel en el parlamento o pleno del que se tratase. Así, cuando un partido gobernaba, tendía a
aplicar medidas “externalizadoras” mientras cuando estaba en la oposición las
criticaba por “privatizadoras”.
Equiparar “externalización” a
“privatización” no aguantaba un análisis mínimo, pero eso daba igual. Era fácil
de vender.
Cuando el PP en Madrid lanzó el “Plan
Velocidad”, desde el PSOE se les criticó por “privatizar”; al poco el PSOE puso
en marcha el “Sistema Alemán” en Castilla la Mancha (dos programas diferentes
pero con una cosa en común: las empresas construyen y gestionan residencias a
cambio de un concierto). El PSOE ha concertado plazas con residencias privadas
y contratado con empresas la gestión de residencias en lugares en los que ha
gobernado, mientras criticaba al PP por hacer lo mismo. El PP ha hecho lo propio y, aunque a muchos
les pueda parecer sorprendente, encontramos muchas muestras de un PP acusando
al PSOE de “privatizar” cuando lo que hace es externalizar (alguna muestra 1,
2,
3,
4).
Por supuesto, también en este ámbito la
lacra de la corrupción ha podrido la confianza de la ciudadanía. Sólo hace falta escribir en
Google dos palabras “residencia” y “cotino” para ver lo que, a falta de
confirmación judicial, tiene visos de convertirse en un caso de trato de favor
en la contratación pública.
Para acabar de entender lo que tenemos
hoy hay que añadir un elemento que es la distorsión de precios.
Sabemos que el precio
medio de una residencia geriátrica privada en España es de 1.829€/mes; que
a las administraciones les
cuesta unos 4.000€/mes (aunque esto es más difícil de confirmar). En cambio, en casi toda España, cuando las
administraciones contratan con una empresa la estancia de un mayor, establecen precios mucho
menores y encima, a menudo, tardan meses en pagar los servicios
prestados.
Y en esas estamos.
Tanto decir que externalizar es
privatizar y que privatizar es malo porque enriquece a unos cuantos a cuenta de
los más necesitados que al final mucha gente se lo ha creído.
Yo sigo defendiendo que los poderes
públicos deben garantizar con dinero público que quiénes necesitan atención la reciban
participando en el coste del servicio de una forma equitativa y que en cada
caso el servicio lo debe prestar quien demuestre que lo hace mejor y al mejor
precio. Así, si con X Euros podemos
atender a 1.000 personas con un servicio de una calidad razonable, debemos
hacerlo. Si quien cambia el pañal en una residencia es un
funcionario o el empleado de una empresa, no debería ser un factor a tener en
cuenta. Sí debería serlo el cumplimiento
de la Ley, de las condiciones del contrato y el nivel de calidad.
Digo que lo sigo defendiendo, aunque, a
la vista de los resultados de las elecciones mi posición es ahora aún más
minoritaria de lo que lo era antes.
Volviendo a las elecciones:
Como siempre, si les escuchas por encima,
parece que todos han ganado, si te detienes un poco ves que los dos grandes
partidos que han bailado con sus máscaras intercambiables durante tantos años
embelesándonos con un tango en el que dudabas si la pareja se quería o se
despreciaba, ahora no se sabe si han extraviado el paso o la gracia; lo que sí
han perdido es la atención del público, centrada en estos momentos en un saltimbanqui que ha invadido al escenario animándonos a
seguirle hacia un precipicio que nos presenta como el puente hacia la Nueva
Icaria.
Nos hemos quedado sin mayorías claras en
muchos ayuntamientos y comunidades y con un movimiento social-ideológico que va
a influir intensamente en los pactos que se lleven a cabo. Este movimiento es el heredero o aglutinador
del sentimiento de hartazgo con lo que muchos han visto a un sistema que parece más preocupado
en perpetuarse que en servir a los ciudadanos. Así lo viven quienes han participado en las múltiples “mareas” que han sacudido la
realidad española de los últimos años; que contribuyeron de forma importante a
parar un proceso de externalización de parte de la Sanidad Pública en Madrid y que ahora han dado un revolcón a lo que parecía ser un sistema asentado.
Podemos esperar que, a medida que se
vayan constituyendo los ayuntamientos y gobiernos autonómicos y se nombre a los
concejales y consejeros del ramo social, empiecen a aparecer en los medios
llamamientos a la existencia de servicios públicos, a “frenar la privatización”
y cosas por el estilo. Con seguridad esto formará parte de las
negociaciones y de los acuerdos de gobierno.
También creo que, tal como ya ha ocurrido
en otras ocasiones, la fiesta ideológica se acabará cuando lleguen a los
despachos, vean las cuentas y tengan que empezar a administrar lo que
encuentren para atender al creciente número de mayores dependientes.
Como en esta ocasión la carga ideológica
es más alta quizás les cueste más ver la realidad. Pero la acabarán viendo.
Una realidad es que no hay dinero para poder prestar todos los servicios directamente desde la administración. Otra es que existe un sector
privado de atención a personas mayores dependientes que lleva años ofreciendo
servicios de calidad a un precio competitivo.
Los gobiernos que se constituyan tendrán bastante difícil dar la espalda
a esa iniciativa privada gracias a la cual los dependientes están recibiendo
los servicios a que tienen derecho.
O sea, que las residencias privadas, allí
donde se constituyan gobiernos en los que participen las plataforma derivadas
de Podemos, vivirán un tiempo de ajuste que durará lo que tarden en verse
contaminados por la realidad de la gestión del día a día. Es difícil saber cuánto tiempo durará ese
período y los efectos que pueden tener las “primeras medidas” que tomen.
Podemos esperar que, recién llegados caigan en la
tentación de experimentar, de inmiscuirse en la negociación colectiva y presionen a las empresas
para mejorar condiciones laborales. Allí
la clave estará en saber si ese entrometimiento viene acompañado de aumentos de
tarifas públicas. También es posible que
quieran hacer un guiño rápido a sus seguidores
y reduzcan considerablemente el copago, comprometiendo aún más la
sostenibilidad del maltrecho sistema.
Sea como sea, nos esperan tiempos de
dudas.
¿Cómo reaccionarán PP y PSOE a la nueva
situación?
No sé si girarán con el viento y
apoyarán, allí donde gobiernen, aunque
sea en parte, los postulados antiexternalizadores de los recién venidos, o
seguirán como hasta ahora.
Algunas dudas las empezaremos a despejar
bien pronto cuando empiecen a negociar y pactar, otras tardarán algo más (hasta
las elecciones generales).
Para acabar, y sólo para dejarlo
apuntado, vuelvo a recordar que a finales de 2015, de acuerdo con la Ley de
Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, todas las
residencias de mayores municipales, centros de día y la mayor parte de los
servicios de ayuda a domicilio de los ayuntamientos pasan a ser competencia de
las comunidades autónomas que, si quieren, pueden delegaros de nuevo en los
ayuntamientos estableciendo unos criterios comunes a nivel provincial. Para
quien les interese dejo este enlace.
Espero comentarios.
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