Entre otras cosas, aprecio de él su visión poliédrica de la atención geriátrica y gerontológica ya que no sólo conoce lo que es el "paciente geriátrico" que está ingresado en el hospital, sino que también tiene la experiencia de "médico de residencia", docente e investigador.
Por eso este mensaje que me envía como bloguista invitado tiene mucho valor y debería ser leído con atención.
Aquí os dejo con Salvador Altimir (os recomiendo entrar en su perfil tocando el enlace):
Esta tarde he tenido una larga conversación
con Josefina R. 83 años. Vive en una Residencia desde hace 3 meses. Usa un
andador para caminar. Necesita un poco de ayuda en la ducha. De cabeza, bien.
Dr. Salvador Altimir |
Empezamos con los calambres en las
piernas, la cabeza que le da vueltas cuando se levanta, ese dolor en el brazo
derecho que no hay manera que remita y todas esas comidas que no le sientan
bien. “Porque mi problema está en el esófago, no en el estómago”.
La verdad es que no siente que la traten
bien. Ella quiere desayunar un zumo de naranja natural. No puede ni ver los
guisantes. Tampoco el pimiento o las patatas fritas.
Las enfermeras no le hacen caso. Reconoce
que es lenta para comer. Sólo puede masticar por el lado izquierdo y, si come
deprisa, tiene miedo a atragantarse. Pide hora con el médico, pero parece que
cada día hay alguien que está peor y nunca la visitan.
Su hija le dice que aquí está muy
cuidada. Pero ella cree que no. Ya ni sabe que medicamentos toma. Se los dan en
una bolsita y no puede ver el nombre. Antes de la entrevista hablé algo con los
profesionales. Opiniones bien razonadas, pero al final entendí que le había
caído el mote de “pesada” y quien más, quien menos estaba ya un poco harto de
sus quejas. Quedamos que tomaría nota de todo lo que me había dicho. El
viernes, en la reunión de equipo, veríamos como podíamos mejorar y el próximo
lunes volveríamos a reunirnos para que yo le explicara qué podríamos hacer para
que se sintiera mejor.
Una Residencia no es un hospital. Es
verdad que tenemos que preocuparnos por resolver los problemas de salud sin
necesidad de recurrir al hospital. Pero sin que se note demasiado. El equipo
sanitario tiene que estar “escondido”. No ser la cara visible de la vida en la
Residencia. Nuestra prioridad no debe ser que la persona que vive en una
Residencia esté permanentemente limpia, bien sentada, que haga una dieta
perfecta, que duerma sus horas y siempre esté tranquila. Que participe en todas
las actividades, que vaya al gimnasio y disfrute con la película semanal o del
jardín. Los profesionales no tenemos que establecer prioridades.
Eso es algo que ha de decidir la persona
que vive ahí. Finalmente, la residencia es su casa. Y si quiere beber vino, o
gintonics, acostarse tarde, pasar del bingo o saltarse la dieta para
diabéticos, eso, tenemos que aceptarlo y adaptarnos. Está en su casa. Y ha de
mandar. Tampoco le queda demasiada vida para disfrutarla. Eso es la “atención
centrada en la persona”. Y esa ha de ser nuestra manera de organizarnos. Lo
demás es terrible. Nos lo están diciendo cada día.
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