Febrero 2007
Una de las primeras iniciativas que ha tenido el gobierno tras la aprobación de la Ley de Dependencia es poner en marcha un teléfono gratuito de información que, según hemos sabido, ha recibido un aluvión de llamadas los primeros días de funcionamiento.
Uno de los que llamé fui yo y, cuando lo hice, una persona muy amable me informó de que la Ley ya está aprobada pero ahora faltan los reglamentos de forma que las solicitudes se podrán empezar a presentar, con toda seguridad, a partir del mes de abril. ¿Dónde se presentarán las solicitudes? Todavía no se sabe. Me preguntaron de qué provincia llamaba y ahí quedó la cosa.
Sabemos por el libro blanco de la dependencia que en España hay 1.250.000 dependientes, aunque también sabemos por el estudio de Edad&Vida que son 2.500.000. Lo que no sabemos y puede ser la clave de la puesta en marcha del Sistema de Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD) es cuánta gente considera que está en situación de dependencia y se cree merecedora de algún servicio o prestación, o sea, cuánta gente llamará por teléfono, irá a ver a la trabajadora social municipal y pedirá que le hagan la valoración de dependencia.
Está claro que los primeros que recibirán la ayuda del Sistema son los grandes dependientes y está claro que el presupuesto se ha calculado para dar servicio y prestaciones a personas de ese perfil. Pero, para saber quiénes son grandes dependientes primero habrá que valorar a toda aquella persona que presente la solicitud y, para hacerlo, habrá que atender sus llamadas, recibirles en alguna oficina pública y trasladar al equipo de valoración a su casa.
¿Cuánta gente querrá ser valorada el primer año? La pregunta contiene una perversión interesante. Cuánto más se publicite la creación del “cuarto pilar del estado de bienestar” y más se hable del carácter universal de las ayudas, más personas querrán ser valoradas para recibir su ayuda. Cuantas más personas oigan que esto es como la sanidad pero que en vez de recibir una receta recibes unas horas de atención domiciliaria, una teleasistencia o una residencia, más gente acudirá a la tómbola de la dependencia en la que parece que “siempre toca, si no un pito, una pelota”. O sea, que cuanto más se explique más números de colapsar el sistema y que nadie reciba bien el servicio. Por supuesto, existe la posibilidad de hacer una explicación racional y ponderada de forma que se desincentive la solicitud de las personas con nivel de dependencia bajo pero, hacer eso en un año electoral...
La publicación de la ley ha sido ese leve temblor en el lecho marino que genera un tsunami. ¿Estarán preparados los servicios de base para recibir en embate? Pronto lo sabremos.
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