Crece el número de mayores mientras disminuye la población en su conjunto con lo que la tendencia se orienta hacia que la proporción entre viejos y jóvenes se decante inexorablemente hacia los primeros. Un pensamiento que vuelve a mí de forma recurrente desde que he superado los cincuenta.
Sólo hace falta ver las cosas en perspectiva para darse cuenta de lo transitorio de la situación. Las generaciones que vivimos en la tierra estamos de paso y lo que ahora nos parece un problema acuciante dentro de no mucho será un artículo en una revista de historia demográfica.
Lo que nos pasa es que nos cuesta ver las cosas en perspectiva cuando nuestra realidad nos ancla al suelo del presente de tal forma que lo que nos preocupa es el "pan para hoy" . El "hambre para mañana" lo escondemos bajo la alfombra intentando no pensar en qué pasará cuando finalmente tengamos que afrontarlo, personalmente o a través de nuestros hijos.
En 2018 tengo cincuenta y tres y espero jubilarme razonablemente a los setenta en 2035 (si no muero antes, por supuesto).
El número de personas de más de 65 superará entonces el 25% de una población que llevará veinte años reduciéndose.
Como nuestro sistema de pensiones se basa en que “quien trabaja hoy” paga la pensión a “quien hoy es jubilado” difícilmente en 2035 pueda cobrar una pensión que me permita tener un nivel de vida correcto por lo que mis perspectivas son bastante dudosas.
Intentando imaginar un futuro posible llego al portal Mexicano Meganoticias y leo lo siguiente
Según el último censo de población en Tehuacán existen 274 906 habitantes, de los cuales el 13.5% son personas mayores de 60 años, o sea, tercera edad, lo que quiere decir que más de 37 mil personas se encuentran en este rango de edad, según el INEGI. Aproximadamente el 60% de estas personas a pesar de encontrarse algunas de ellas pensionadas, jubiladas y retiradas, tienen que buscar alguna actividad para poder llevar una vida modesta en mayor ocasiones se trata de actividades de autoempleo, sin embargo especialistas mencionan que estas personas tienen ventajas como son: estabilidad, compromiso, actitud de servicio y lealtad hacia la empresa, pero debido a las políticas empresariales este grupo de personas no pueden continuar trabajando formalmente.
¿Puede ser que el futuro sea el de unos jubilados subpensionistas que tengan que complementar su pensión haciendo “chapuzas”?
Alguien podrá decirme que esa es la situación actual para muchos de nuestros mayores hoy y que algunos hacen lo que pueden.
Quizás si esto es así deberíamos ir flexibilizando algo la situación y permitir que el cobro de pensiones de jubilación pueda ser compatible con algunas formas de trabajo. Se trataría de evitar lo que les ha pasado a los jubilados que han actuado como extras en el rodaje de algunas películas como “Ocho apellidos catalanes” a los que hacienda castigó por haber trabajado y cobrado “en blanco” mientras cobran una pensión.
Por supuesto que aceptar que la única forma de mantener el sistema es el seguir trabajando hasta la exhalación del último aliento es una opción. También podríamos buscar formas en las que el sistema ingresase más.
Sólo hace falta ver las cosas en perspectiva para darse cuenta de lo transitorio de la situación. Las generaciones que vivimos en la tierra estamos de paso y lo que ahora nos parece un problema acuciante dentro de no mucho será un artículo en una revista de historia demográfica.
Lo que nos pasa es que nos cuesta ver las cosas en perspectiva cuando nuestra realidad nos ancla al suelo del presente de tal forma que lo que nos preocupa es el "pan para hoy" . El "hambre para mañana" lo escondemos bajo la alfombra intentando no pensar en qué pasará cuando finalmente tengamos que afrontarlo, personalmente o a través de nuestros hijos.
En 2018 tengo cincuenta y tres y espero jubilarme razonablemente a los setenta en 2035 (si no muero antes, por supuesto).
El número de personas de más de 65 superará entonces el 25% de una población que llevará veinte años reduciéndose.
Como nuestro sistema de pensiones se basa en que “quien trabaja hoy” paga la pensión a “quien hoy es jubilado” difícilmente en 2035 pueda cobrar una pensión que me permita tener un nivel de vida correcto por lo que mis perspectivas son bastante dudosas.
Intentando imaginar un futuro posible llego al portal Mexicano Meganoticias y leo lo siguiente
Según el último censo de población en Tehuacán existen 274 906 habitantes, de los cuales el 13.5% son personas mayores de 60 años, o sea, tercera edad, lo que quiere decir que más de 37 mil personas se encuentran en este rango de edad, según el INEGI. Aproximadamente el 60% de estas personas a pesar de encontrarse algunas de ellas pensionadas, jubiladas y retiradas, tienen que buscar alguna actividad para poder llevar una vida modesta en mayor ocasiones se trata de actividades de autoempleo, sin embargo especialistas mencionan que estas personas tienen ventajas como son: estabilidad, compromiso, actitud de servicio y lealtad hacia la empresa, pero debido a las políticas empresariales este grupo de personas no pueden continuar trabajando formalmente.
¿Puede ser que el futuro sea el de unos jubilados subpensionistas que tengan que complementar su pensión haciendo “chapuzas”?
Alguien podrá decirme que esa es la situación actual para muchos de nuestros mayores hoy y que algunos hacen lo que pueden.
Quizás si esto es así deberíamos ir flexibilizando algo la situación y permitir que el cobro de pensiones de jubilación pueda ser compatible con algunas formas de trabajo. Se trataría de evitar lo que les ha pasado a los jubilados que han actuado como extras en el rodaje de algunas películas como “Ocho apellidos catalanes” a los que hacienda castigó por haber trabajado y cobrado “en blanco” mientras cobran una pensión.
Por supuesto que aceptar que la única forma de mantener el sistema es el seguir trabajando hasta la exhalación del último aliento es una opción. También podríamos buscar formas en las que el sistema ingresase más.
La revolución postindustrial está llevando a unos avances que permiten que la inteligencia artificial,los sistemas de “aprendizaje profundo” que dotan a las máquinas de la posibilidad aprender sin intervención humana y el avance exponencial en la capacidad de gestionar cada vez una mayor cantidad de datos. Pronto permitirán sustituir a millones de personas en actividades que hasta ahora parecían requerir indispensablemente a un ser humano.
Los coches, camiones y autobuses que podrían conducirse solos a partir de 2030 podrían desplazar a unos 60 millones de personas (la cifra la pongo yo extrapolando que sólo en Estados Unidos se calcula que serían 4 millones) en todo el mundo. Por supuesto que la experiencia anterior demuestra que la economía se acaba adaptando y quien pierde el trabajo por un avance industrial acaba encontrando otro en un sector nuevo.
Otro avance que puede tener efectos espectaculares el “el robot costurero”, o sea un robot que sea capaz de seleccionar cortes de tela de varios montones, ponerlos juntos de forma correcta y coserlos para convertir esos retales en una pieza de ropa completa. Aunque parezca mentira este robot no existe todavía y, cuando lo haga puede dejar sin trabajo a millones de personas que cosen en condiciones pésimas en talleres de China, Vietnam o Myanmar. Ese robot puede permitir que mucha ropa que se produce en Asia pudiera ser fabricada en Europa o Estados Unidos en “fábricas desiertas” en las que trabajan muy pocos ingenieros y técnicos de mantenimiento.
En el mundo de las residencias de mayores el avance tecnológico y la sustitución de personas por robots puede tardar algo más pero, no nos engañemos, el avance se está produciendo.
¿Seguimos? La inteligencia artificial puede permitir en pocos años que una cantidad ingente de “trabajo de oficina” se convierta en “automatizable”. ¿Se imagina alguien hoy que el contable fuese un servicio en la nube que te hablase como lo hacen ahora los móviles?, o más aún ¿Podemos pensar en tener a un “abogado en la nube” que ni siquiera es una persona? Pues no hace falta imaginar mucho porque casi lo tenemos.
O sea que podemos vislumbrar un futuro en el que seamos menos personas, mucho más viejas, con oportunidades de trabajo para los que estén bien preparados y con una especie de submundo laboral para los no preparados y los jubilados.
¿Suena mal?
Pues habrá que empezar a hacer algo.
Recientemente he leído la iniciativa lanzada en Europa sobre la invención de la figura de la “persona electrónica”, o sea, considerar a algunos robots como personas de forma que puedan pagar cotizaciones a la Seguridad Social.
Es algo de lo que empecé a leer en Enero y que en Junio estaba en la prensa económica.
La idea viene a ser, “si los robots acaban sustituyendo a una parte importante de la mano de obra y si lo hacen de forma que sea claramente identificable el caso en el que una persona ha sido sustituida por un robot, ¿no sería lógico que esa persona electrónica pagase seguridad social e incluso impuestos?".
Como casi todo en la vida, la cuestión tiene sus pros y sus contras. Por supuesto sería una forma de generar recursos para pagar pensiones y prestaciones sociales, también se podría valorar como una medida para evitar el ensanchamiento de la desigualdad entre quienes viven de “vender su capacidad de trabajo” y quienes lo hacen “administrando la capacidad de trabajo de otros”.
Pero no todo serían aspectos positivos. Algunos han visto en la idea una forma oculta de aumentar los impuestos, una iniciativa que lastrará la evolución de la robótica o que supondrá ventajas competitivas para países que decidan sencillamente no aplicarlo. Otros simplemente lo han visto como una excentricidad y, llevando la propuesta a extremos ridículos defienden que con las cotizaciones de los robots deberían pagarse las reparaciones que necesiten éstos (igual que las cotizaciones pagan por la atención médica) o su desguace al final de su vida útil.
Sea como sea, el problema persiste, el tic-tac del reloj demográfico suena y sabemos que antes de ser un artículo en una revista de 2100 (posiblemente escrito por un robot), tendremos que afrontar la situación.
¿Qué vamos a hacer?
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