martes, 22 de septiembre de 2015

Necesitamos coordinación sociosanitaria, pero también "intersanitaria"

Desde hace un tiempo sigo un blog interesantísimo que se llama "Diaris de Trinxera" (Diarios de Trinchera) en el que profesionales de la salud pública catalana, concretamente de los servicios de atención primaria, comparten sus experiencias y reflexiones.

Tienen posts de todo tipo, siempre relacionados con la atención sanitaria primaria, por lo que, a menudo tratan de casos relacionados con personas mayores.

Uno que he leído en los últimos días me ha llamado la atención y me ha hecho pensar que, entre los que trabajamos en el sector geroasistencial la necesidad de una verdadera coordinación e integración sociosanitaria nos parece algo primordial, pero, entre los que trabajan en el ámbito sanitario, especialmente en atención primaria, lo verdaderamente indispensable es que exista una mayor coordinación entre ellos y la atención especializada.

Leed este post (el original está en catalán) y decidme si no tienen toda la razón.

Rosa padece una enfermedad de Alzheimer en el grado más evolucionado. Depende totalmente de su cuidadora. Ni si quiera es capaz de mantener la cabeza erguida. Hace años que la conocemos a ella y a su cuidadora, la hija. La dedicación al cuidado de su madre es excepcional. Nunca hemos visto a Rosa desnutrida, deshidratada, sucia, mal vestida o con riesgo de llagas.

Un día Marta se va a consultar al neurólogo del hospital que había visitado a su madre hace más de 5 años. El neurólogo, sin ver la Rosa, le prescribe citicolina, folato, vitamina B y otros fármacos ... Y, según la hija, el neurólogo le dijo que "cuando salga un medicamento nuevo, su madre podrá mejorar" ...

¿Mejorar? Rosa está en un estadio 7f del Alzheimer. No puede ser peor. De hecho, si hubiera un estadio más evolucionado, Rosa estaría en él... Ningún medicamento puede servir para mejorar nada. Sólo se pueden generar expectativas absurdas, o sufrir los efectos adversos de una medicación que el neurólogo ha prescrito sin ver a la paciente ...

Desde mi consulta de atención primaria me pregunto... ¿Cómo es que un neurólogo de un hospital de tercer nivel prescribe medicamentos para una paciente que hace años que no ve? ¿Es correcto hacer eso? ¿Qué dice el Código Deontológico de prescribir medicamentos a pacientes que no se ha visitado?

El neurólogo ¿no ve que, con su actitud, desautoriza a los profesionales médicos y de enfermería que realmente estamos viendo la Rosa? Quizás tendría que coger el coche, hacer los 50-60 km que lo separan del domicilio de la Rosa, ver cómo está realmente y, con esta información, decidir el tratamiento.

O si lo cree conveniente, nosotros, los profesionales del consultorio que hace años vemos la Rosa y Marta,  conocemos a su vida, sus dificultades, su entorno... podemos proporcionarle información útil para tomar decisiones clínicas. 

Estamos a su disposición.

Le agradeceríamos, sin embargo, que no genere expectativas poco realistas en Marta. Y que no prescriba medicamento fútiles, dada la situación clínica de Rosa. Porque lo hace el neurólogo del hospital de tercer nivel?

Agradezco a los promotores del blog Diaris de Trinxera por autorizarme a traducir y difundir este post y espero que la coordinación intrasanitaria se sume a la sociosanitaria en la lista de prioridades de los planificadores públicos.


martes, 15 de septiembre de 2015

Cuidar ancianos en el futuro: ¿residencias o cárceles?

Hace poco he leído en una revista que las cárceles en Japón se están llenando con un perfil de interno inesperado: los ancianos. Por primera vez en la historia de ese país, los mayores de 65 años han cometido mas delitos que los delincuentes de entre 14 y 19.  Aunque, según el artículo, los jóvenes tienen todavía una propensión ligeramente mayor a delinquir, en términos absolutos, debido al alto nivel de envejecimiento de la población de Japón, las personas mayores son ahora responsables de más hurtos, peleas o comportamientos similares que pueden llevar a uno a la cárcel.

Qué hace a los mayores delinquir más es algo que no está claro, lo que sí lo está, si se visita una cárcel nipona es que en algunos casos parece más una residencia de tercera edad que un centro penitenciario.

Aunque el artículo de The Economist deriva hacia el tema de la delincuencia juvenil, me ha abierto la curiosidad y he encontrado otro en Bloomberg en el que trata más a fondo lo de los mayores en las residencias japonesas.

Resulta que el 25% de los reclusos japoneses tienen más de 60 años.

Además, cuando se habla con ellos  y se les pregunta por qué cometen los delitos que les hna llevado a la cárcel resulta que el 8 por ciento dicen que es la falta de motivación por la vida, mientras que el 7 por ciento dice que lo que es motivó a delinquir era la frustración. El cuarenta por ciento vive solo y el 53 por ciento dijo que no tenía amigos.

O sea, que resulta que algunas de las personas mayores que delinquen lo que tienen de verdad es un problema social que podría mejor resolverse utilizando servicios sociales como una residencia de ancianos.

El fenómeno tiene consecuencias para las arcas públicas Japonesas: El estado gasta anualmente 3,2 millones de yenes (unos 24.000 Euros) en mantener interno cada preso, más o menos el doble de lo que gastaría en una prestación del sistema de protección social.

Los costes de mantener a alguien entre rejas está incrementándose también cuando, cada vez hay más reclusos que necesitan que se les alimente en la oca, se les vista o se les ayude a caminar.  Por ese motivo, aunque Japón es uno de los países con menos reclusos por cada 100.000 habitantes (49 presos cada cuando España tiene 141, y los Estados Unidos, 698  Aquí se puede ver la población reclusa en todos los paises) ya están poniendo en práctica programas para ayudar a los ancianos a "salir de la cárcel y no volver".

Aunque la sociedad Japonesa no se parece mucho a la española quizás nos debería hacer reflexionar sobre cómo pueden cambiar las cosas cuando la población mayor crece mucho, baja la natalidad, el número de ancianos  que viven solos  y con pocos recursos crece y los servicios sociales no tienen mecanismos de respuesta adecuados.



martes, 8 de septiembre de 2015

Acabo de regresar del III Congreso internacional de residencias y servicios para adultos mayores que ha tenido lugar estos días en Mérida (Yucatán-México).


Estos congresos son una muy buena ocasión para complementar los viajes geroasistenciales que organizamos en Inforesidencias y que nos suelen llevar a visitar países europeos de los que consideramos “más avanzados” (Suecia, Holanda o Suiza).

La primera vez que fui a México a impartir un curso hace ocho años fui con la idea de llegar a un país en el que todo estaba por hacer desde el punto de vista gerontológico.  México es un país joven en comparación con España (9% de mayores de 60 años frente a 23%) y el sector de atención a mayores dependientes no está muy desarrollado.

No obstante, en las cinco ocasiones siguientes en las que me han invitado a impartir clases o conferencias he conocido experiencias, proyectos y realidades que me han hecho entender que los europeos también tenemos cosas que aprender de México y de América Latina en general.

Durante este último viaje he conocido a profesionales de la atención a mayores de Colombia, Argentina, Brasil y Ecuador, además de muchas ciudades mexicanas.  Por ejemplo al director de una residencia cerca de Bogotá donde la mayor parte de los residentes conviven con sus mascotas en la habitación sabiendo que la residencia les ofrece el servicio de paseo de los animales así como la supervisión de que cumplan todos los requisitos sanitarios. He conocido el caso de una residencia creada con un modelo hotelero y que se ha transformado en un verdadero centro sociosanitario; un grupo de empresas y administraciones que han creado un clúster de turismo sanitario en una zona cercana a la frontera estadounidense para atraer a mayores de ese país que quieran recibir tratamiento o realizar la convalecencia en hospitales y residencias de la zona; además de haber podido ver proyectos de residencias que no tendrían nada que envidiar a las que he conocido en diferentes países europeos.

Por supuesto que muchos de esos profesionales se quejan de dejadez por parte de los políticos o de un cierto desinterés por parte de una sociedad que no ve todavía el envejecimiento como problema social.  Pero las quejas contrastan con la cantidad de proyectos nuevos que he ido conociendo, alguno de los cuales cuentan con la participación de cadenas de residencias españolas que han encontrado a aliados mexicanos para implantarse allí.

A mí, en estos años se me ha caído la venda de los ojos y voy a México con la misma ansia de aprender cosas nuevas que cuando voy a Estocolmo.

Durante el congreso impartí una conferencia sobre cómo ha ido evolucionado el modelo de residencia en los últimos años; sobre los requisitos de personal/ recursos humanos y su repercusión en la calidad y; sustituyendo a Karin Palmlöf, una profesional sueca de la que vamos a oír hablar mucho en los próximos tiempos, participé en una ponencia sobre jardines terapéuticos exponiendo modelos de los que hemos visto en los viajes geroasistenciales en Estocolmo, Viena o Zürich.

El próximo congreso se celebrará en Ciudad Juárez (Chihuahua – México) en Septiembre de 2017 y, al tener lugar en una ciudad que está en la frontera con Estados Unidos, se centrará de forma importante en la jubilación de estadounidenses en México y las oportunidades de negocio para empresas extranjeras en ese país.


Si todo sale como está previsto, aún volveré a tierras mexicanas antes de finalizar el año para asesorar en un proyecto de envejecimiento activo.  Lo cierto es que el desplazamiento se hace un poco pesado pero es un place trabajar con los profesionales que hasta ahora he conocido.

Si a alguien le interesa el tema puede ver lo que escribí en 2012 después de volver de otro congreso en México, o sobre una residencia mexicana y lo que escribí en 2009 después de volver de Chile.

martes, 1 de septiembre de 2015

Cómo hemos cambiado. Los precios de las residencias privadas en 1998 y en 2015

Buscando entre papeles de hace unos años para preparar una clase me he encontrado con una presentación que hice el 2 de marzo de 1999 en la III Jornada de Derechos y Obligaciones de Residencias organizada por la Universidad de Barcelona en el Palau de les Heures.

Por aquél entonces yo trabajaba en la Generalitat y los datos que presenté (y que tendrán todos los que asistieron al acto) se referían al precio medio de los cinco últimos ingresos en residencias geriátricas catalanas.

Los precios entonces se mostraban en pesetas, pero los he convertido en Euros para facilitar las cosas.

Los datos se referían a  residencias de mayores mercantiles en 1998 y, se habían ponderado dando más peso a las residencias más grandes.

La conclusión fue que el precio medio era de 139.475 Pesetas +IVA, o sea  838€ al mes.

Esta es una de las transparencias que utilicé en la presentación y muestra como la mayor parte de las residencias tenían precios entre los 700€ y los 900€




Hace diecisiete años las residencias más económicas eran aquellas que tenían menos de 25 plazas, tal como  muestra este otro gráfico.


Lo interesante para entender la situación del sector entonces es relacionar estos precios con la capacidad adquisitiva de una persona.

Tomando datos del INE, en 1998 el salario medio en España era de 1.322 Euros al mes y en Cataluña de 1.496 Euros al mes.  El salario base de una gerocultora era de 553€.

O sea que en 1998, con un mes de salario medio se podían pagar 1,8 meses de estancia en una residencia de tercera edad privada.  Se necesitaba, en cambio el salario de una gerocultora y media para pagar esa misma estancia en el geriátrico.

Veamos que pasa ahora:

En 2014 (datos publicados) el salario medio mensual en España es de 1.634 Euros, en Cataluña sube hasta los 1.715€.  El salario base de una gerocultora es de 959,27€/mes

El precio medio de una residencia geriátrica privada es de 1.829,81€ mes en el conjunto de España y de 1.847,60€ en Cataluña.

O sea que, con un salario medio no alcanza a pagar el precio medio de una residencia (alcanza para el 93%) y hace falta, casi, el salario de dos gerocultoras para poder afrontarlo.

Sin ningún género de dudas, una residencia de 2015 tiene una estructura de gastos totalmente diferente a una de 1998:  Para empezar cuenta con más personal, con un equipo de profesionales más extenso; si es de nueva construcción, con más metros cuadrados y con otros costes administrativos que hace diecisiete años no existían vinculados con requisitos de protección de datos, riesgos laborales, legionela...  Por lo que en realidad, el hecho de que haya subido el precio de la residencia por encima del de los salarios, no comporta  necesariamente que hayan aumentado los beneficios sino que lo han hecho los costes.

Como prueba de ello, la normativa de residencias calatana aplicable a  los centros que acogían usuarios "de colaboración" en 1998 exigía únicamente una rátio de 0,27 de atención directa y una del 0,12 de atención indirecta, con la obligación de disponer de un director y un responsable higiénico sanitario (médico o enfermera).  El equivalente de 2015 requiere, para acoger a usuarios de alta dependencia una ratio de atención directa del 0,42 con presencia, además de gerocultoras, de médico, enfermera, fisioterapeuta, trabajador social, educador social, terapeuta ocupacional y psicólogo.

Sabiendo que eso es así, se produce un problema importante para las residencias de tercera edad privadas que no financian las estancias de sus clientes con fondos públicos, y es un progresivo divorcio entre oferta y demanda.

Aunque, para hacer el cálculo hemos tenido en cuenta el salario base de las gerocultoras, sabiendo que el salario real suele ser superior.  El hecho de haber considerado el mismo dato en 1998 y 2014 da más solvencia a la comparación.

La pregunta es clara.  ¿Podremos mantener un sistema de atención residencial de calidad si se ensancha mucho más la diferencia entre los ingresos individuales y el coste/precio  del servicio?

Una primera adaptación a la nueva situación lleva unos años produciéndose.  Las familias retrasan la decisión de ingresar a un ser querido en una residencias de tercera edad.  Hace unos años, cuando con la pensión y "poniendo un poco cada hijo" muchos podían asumir el coste de una residencia, había ingresos de personas con un determinado grado de dependencia.  Ahora la mayor parte de familiares esperan hasta que les resulta totalmente imposible continuar ofreciendo el cuidado por lo que ingresan en los centros personas con unas necesidades de atención mucho más elevadas.

Las residencias se han ido adaptando a esa situación y muchas son verdaderos centros sociosanitarios que ofrecen servicios cuasi hospitalarios, pero ¿podrán ofrecer servicios cada vez más complejos sin incrementar sus costes?

Creo que estas son algunas de las preguntas que se deberían ir planteando en los próximos meses.

He utilizado datos de de residencias geriátricas de Cataluña porque son los que tengo más a mano y me gustaría mucho que alguien pudiera aportar los de otras comunidades, especialmente los referidos a 1998 para que pudiéramos crear ese mapa del "coste real" o sea, lo que le cuesta a un salario medio pagar la estancia en una residencia de mayores.